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Puerto Madryn

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CINCO BALAZOS A SANGRE FRÍA PARA COMETER UN CRIMEN CASI PERFECTO

CINCO BALAZOS A SANGRE FRÍA PARA COMETER UN CRIMEN CASI PERFECTO

“El karateka” Marcos Álvarez fue condenado a 17 años de prisión por el asesinato de Fabián Acuña. Una deuda de 250 mil pesos fue el móvil del crimen. Los detalles del caso y cómo los fiscales lograron llegar al asesino.

La noche del 18 de enero del 2021, el gimnasio Tupac se transformó en el escenario de un crimen. Las cámaras de seguridad del local se convirtieron en los ojos indiscretos que presenciaron la escena. El registro visual mostraba a un misterioso individuo vestido con campera, casco, lentes y guantes que ingresaba al lugar. En su mano llevaba un revólver. Un minuto después, salía corriendo y escapaba en su moto a toda velocidad.

Dentro del gimnasio, sin mediar palabra, cinco disparos retumbaron en la sala, alcanzando el cuerpo de Fabián Acuña, de 54 años. Los proyectiles impactaron en su pecho, espalda y cuello. No le dieron posibilidades de sobrevivir y a los pocos minutos fallecía cuando era trasladado de urgencia al Hospital.

La causa judicial quedó a cargo del fiscal Alex Williams y el funcionario Juan Pablo Santos. Los investigadores descubrieron una pista clave. En el pantalón del asesino se observaban unas letras japonesas, que significan Jiu-Jitsu. A partir de ese indicio, llegaron hasta Marco Antonio Álvarez, de 36 años. De espalda ancha, era profesor de artes marciales y en sus fotos en Instagram posaba con el mismo pantalón y las mismas zapatillas.

Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar. Álvarez y Acuña, aparentemente, no eran completos desconocidos. Álvarez había sido profesor de Jiu-Jitsu en el gimnasio de Acuña. Sin embargo, los testimonios indicaban un distanciamiento marcado por conflictos y desavenencias.

Álvarez fue detenido. En el allanamiento se secuestró su celular y se recuperaron imágenes que habían sido borradas, entre ellas, a Álvarez posando con armas. También había borrado el DVR de las cámaras de seguridad de su casa. En su casa, no se halló el pantalón con las letras de Jiu Jitsu, clave en el caso.

En medio del laberinto de pistas, el perito informático Ariel Aburto logró recuperar un fragmento crucial de evidencia en la computadora de Álvarez. En la tercera columna de una planilla Excel, el nombre de Acuña figuraba como deudor de 250 mil pesos, relacionados a la venta de una camioneta. La columna había sido borrada después del crimen, pero se logró recuperar.

El móvil del homicidio comenzaba a desentrañarse. El encono que Álvarez sentía hacia Acuña era producto de una deuda impaga que se había prolongado durante dos años y fue el catalizador de un desenlace fatal.

El juicio se desarrolló durante dos semanas ante el tribunal integrado por las juezas Patricia Asaro, Stella Eizmendi y Marcela Pérez Bogado. Las pruebas presentadas por la Fiscalía eran abrumadoras, dejando pocas dudas sobre la culpabilidad de Álvarez.

“Una investigación compleja, un crimen casi perfecto, ya que el autor eliminó objetos que lo podrían colocar en la mira del acusador. Tuvo el tiempo para hacerlo ese día y los posteriores, hasta que una testigo del círculo que compartían víctima y victimario estableció la relación entre ambos”, detalló el fallo.

Finalmente, el veredicto fue emitido y Álvarez fue sentenciado a 17 años de prisión por homicidio agravado por el uso de arma de fuego. Sus defensores adelantaron que apelarán la sentencia.

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