Trelew

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La fiscal general María Tolomei manifiesta que Candela Gonzalez tenía apenas 14 años. Resultó muerta, tras un brutal ataque con un arma de fuego, mientras intentaba huir de su atacante. Fue herida mortalmente por la espalda, en el hombro y en su cabeza,

 La fiscal general María Tolomei manifiesta que Candela Gonzalez tenía apenas 14 años. Resultó muerta, tras un brutal ataque con un arma de fuego, mientras intentaba huir de su atacante. Fue herida mortalmente por la espalda, en el hombro y en su cabeza, a corta distancia, el 29 de abril de 2017, en la Plaza del Barrio Luz y Fuerza de la ciudad de Trelew.

 Indica que desde el primer momento del hecho, Jorgelina Dominguez fue identificada como la autora de los disparos. Su nombre fue pronunciado de inmediato por la otra joven que acompañaba esa tarde en la plaza a Candela y que fue víctima también de los disparos realizados por el mismo atacante que,  en su caso,  no dieron en el blanco. La joven repetía una y otra vez, mientras lloraba y sostenía el cuerpo de su amiga: “la Gorda Jorgelina, fue la Gorda Jorgelina”.

Todos la escucharon: vecinos que salieron tras los disparos, policías, amigos de Candela, su madre, su hermana. La indicación de la joven se veía además corroborada por la presencia en el lugar de un vehículo que algunos reconocían como perteneciente a quien se nombraba como “la Gorda Jorgelina”, que no era otra que Jorgelina Dominguez Reyes.

  Esta fue la evidencia que justificó su aprehensión casi de inmediato. Jorgelina fue detenida el mismo 29 de abril, aproximadamente una hora despues del ataque, y sometida a audiencia de control de detención el 1 de mayo. Luego, ella misma se colocó en la escena del crimen. Aceptó haber aportado dos vehículos para llevar al grupo de adolescentes que acompañaba a quien había citado a Candela a pelear, hasta la plaza del Barrio Luz y Fuerza. Explicó que habían usado el primero para ir desde el Barrio Menfa hasta el Barrio Don Bosco, aproximadamente 4 km. –que era a donde estaba el segundo- y que habían cambiado aquél por el segundo porque necesitaban ir hasta la Plaza –distante a 1 km. del domicilio del Don Bosco- en un auto que no tuviera problemas de arranque. Estaba reconociendo con ello, que sabía de la necesidad de una salida rápida, de una huida, del sitio en el que se encontrarían con Candela González.

  Tras el ataque, que junto al coimputado, Nicolás Almendra, su sobrina S.D. y su protegida L.M.  le endilgaron a quien resultaba la menos vinculada con ella, G.F., Dominguez aceptó haber corrido hasta el vehículo en el que esperaba Almendra, para huir del lugar. Nunca pudo explicar por qué la otra joven víctima, amiga de Candela, la había sindicado sin dudar, desde el principio; por qué les era necesario un auto que no fallara en su arranque cuando ellos eran cinco y esperaban encontrarse con dos adolescentes para una supuesta pelea “mano a mano”; por qué cuando vio a C.G. tirada en la plaza, herida en su cabeza, no  llamó nunca a una ambulancia, no intentó socorrer a la víctima, no llamó tampoco a la policía, no dio aviso alguno sobre lo que había ocurrido. Era la única persona adulta del grupo. Los demás no pasaban los 20 años de edad.

   Dice la fiscal que en el curso de la investigación surgió que los conflictos entre Jorgelina Dominguez, su sobrina S.D. y la adolescente L.M. a quien Dominguez protegía, con la víctima en el presente caso C.G., su hermana P.G. y una amiga L.G., se remontaban a casi un año atrás del fatídico 29 de abril.

  Surgió también que los conflictos involucraban amenazas, fuertes insultos, provocaciones y peleas; así como que la propia Jorgelina había golpeado fuertemente a C.G. en el mes de enero del corriente año. La tensión habia ido en aumento, al punto de que para abril, ya habían comenzado a idear la posibilidad de utilizar armas de fuego en los enfrentamientos. En este contexto, C.G. y L.M. acordaron pelear “mano a mano”, comprometiéndose ambas a no llevar armas.

  La hipótesis que Fiscalía y Policía de Investigaciones manejaron en el comienzo de la investigación, fue consolidándose con la producción de pruebas y con la propia declaración de la imputada. Mientras ello ocurría,  la estrategia defensista estuvo centrada en lo que suele llamarse “embarrar la cancha”: sembrar dudas insustanciales, generar falsas discordancias, confundir. Hubo mas de diez audiencias de revisión de la prisión preventiva, sin éxito.

  Por eso, cuando advirtieron que embarrar la cancha no alcanzaba para lograr sus objetivos, presionaron testigos y comenzaron con los fuegos de artificio, bombas de humo. Pura distracción para quitar de foco la consideración central del caso, que resulta de la evidencia de cargo en relación a Dominguez Reyes y a Nicolás Almendra, y que a la fecha, casi a seis meses de su detención, nunca se cuestionó en su validez. No ha existido ningún planteo de nulidad hasta ahora, asevera la doctora Tolomei.

  Las denuncias a la Brigada de Investigaciones, las recusaciones a la Jueza y a mi persona, el intento de vincular el caso con el de Julián Antillanca para pretender una supuesta persecución o complot en contra de Dominguez Reyes, son parte de estas bombas de humo, de estos fuegos de artificio.

  En esta linea, cabe alguna reflexión sobre la alusión que hizo el abuelo de G.F. , en entrevista aportada por la propia Policía de Investigaciones, acerca de los mensajes que aquél sostiene habrían sido eliminados por personal policial.

Primero: según el declarante, los mensajes eran entre él y Almendra y lo único que decía éste ultimo en ellos era que había ocultado el “fierro” (refiriéndose al arma homicida) y que ya no se podría encontrar mas. Esa afirmación forma parte del tramo final de la hipótesis que Fiscalía y Policía sostienen desde el comienzo también: que Nicolás Almendra compartía el plan homicida de Dominguez Reyes, que había acompañado a G.F. a conseguir el arma, que luego se la había dado a Dominguez Reyes, que había esperado en el auto pronto para manejar en la huida, que así lo había hecho hasta la casa de los padres de Julio Suarez y que, finalmente, se había ocupado de hacer desaparecer el arma.

  En este contexto, si la imputación de que la policía los haya eliminado a propósito parece poco probable, la  de que la policía los eliminó porque tales mensajes “favorecían” a la testigo del caso Antillanca no tiene ni pies ni cabeza. Los casos de Julian Antillanca y de Candela Gonzalez no tienen mas punto de contacto que el hecho de que la testigo del primero es la misma persona imputada de haber dado muerte a una niña de apenas 14 años de edad.

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